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Metales preciosos

Zoe Ortiz

Signaturas consultadas

 

  • AGI, Estado, 57

  • AGI, Estado, 14

  • AGI, Quito, 242

 

Resumen de los documentos


El primer documento tiene la signatura Estado, 57, N.24 y se titula “Memoria anónima sobre minas” y es una carta de diciembre de 1798 escrita por un minero de la provincia del Chocó, en el virreinato de la Nueva Granada, al Rey de España documento. La carta fue escrita originalmente como un memorándum sobre la extracción de oro, que ofrece una comparación con la extracción de platina en Santa Fe. El documento comienza quejándose de los excesivos costos de la extracción del oro. Dice que “después del traslado de seis meses al tiempo de lavar los canalones nos hallamos con la mitad o sea menos de los del metal platino”, lo cual es algo muy interesante porque muestra que la obtención de estos metales preciosos es un proceso largo y complicado. Además, muestra que los mineros de oro del Chocó están empezando a ver la extracción del platino

Esclavos trabajando en una mina de oro (origen desconocido pero de los Países Bajos). Fuente: ​https://www.superstock.com/stock-photos-images/463-5517

como una actividad potencialmente más rentable.

En desarrollo de su argumento sobre la necesidad de fomentar la extracción del platino, el documento explica “que todos saben por acá y los mismos esclavos de las minas que [el platino] es metal apreciable y que muchos lo pagan a 8 pesos y más la libra aun sin tener precio declarado por nuestro soberano como legítimo dueño, por la estimación y aprecio que de él hacen las demás naciones”. Esta oración muestra la importancia que el platino estaba adquiriendo en el mundo de los metales preciosos y el poco conocimiento que sobre su valor tenían las autoridades españolas. Llama la atención que el documento incluye a los esclavos entre aquellos que saben que el platino “es metal apreciable”, al mismo tiempo que plantea que España no le da “la estimación que merece”. Al final, el autor dice que España tiene que “darle la estimación que merece” porque no hacerlo es un insulto al Rey, “su majestad”. Aunque el autor es desconocido, este documento muestra las relaciones que existen entre las comunidades que extraen metales preciosos en Santa Fe y la corona. Además, el documento permite establecer que las colonias también pueden ser lugares de creación de conocimiento. Cuando el autor destaca que en el Chocó hasta los esclavos entienden lo valioso que es el platino, ubica a las colonias y sus habitantes (incluso los más pobres y menos educados) en un plano de conocimiento superior al de las élites españolas. Por medio de esta perspectiva, se puede ver la importancia de las colonias y entender mejor la relación que existe entre las colonias y la península de España.

 

El segundo documento escrito el 1 de Enero de 1709 se llama “Juan Báez de Hinojosa: protección a los indios” (signatura: Quito, 142, N.63) y esencialmente es una carta dirigida a “su alteza real” en la que Báez de Hinojosa informa que en su provincia (o jurisdicción) existen minas de oro y plata, pero que los indígenas no quieren informar su ubicación y dice que “las encubren de miedo.” Con miras a lograr descubrir dichas minas, Báez propone que se le nombre “protector” de los indígenas para así lograr explotar las minas para lograr incrementar la riqueza del rey. Báez dice que los indios no quieren decir donde están las “minas de oro y plata, piedras preciosas y entierros de los antiguos muy ricos”, porque tienen miedo de que los españoles los obliguen a trabajar en dichas minas, poniendo en riesgo su salud y exponiéndolos a morir. Si se les garantizase su protección, propone Báez, los indígenas estarían dispuestos a trabajar las minas y los españoles podrían “beneficiar, vender, trocar y cambiar como su voluntad fuese sin impedimento alguno”. Para lograr este objetivo, Báez sugiere que se le nombre protector de indios de esta región, cargo para el cual se considera idóneo y calificado por ser “Mestizo Legítimo descendiente de la Nación Inga (Inca) de Perú”. Báez dice que sólo garantizando a los indígenas la protección del Rey, podrá la corona recibir “sus reales quintos”, es decir el impuesto del 20% sobre el total de la producción de las minas de metales y piedras preciosas. Esto es algo importante porque muestra el desarrollo de la relación que puede existir entre entre españoles, indios, y los demás habitantes de la colonia con respeto a las minas. Se muestra un argumento lógico sobre la forma en que los metales preciosos contribuían a crear relaciones de mutua dependencia entre la corona y sus súbditos en las colonias.

 

El tercer documento tiene la signatura Estado, 14, N.86 y es una carta del Gobernador Santo Domingo refiriéndose a un paquete de medallas de oro y plata que ha recibido el 18 de Febrero de 1794. Lo interesante de este documento es que dice que las medallas de oro son para “los tres principales jefes de los negros nuestros auxiliares” y las de plata “para que estos las distribuyan entre los caudillos más beneméritos de su séquito”. Escrito en medio de la revolución de Haití, este documento no solo refleja las alianzas estratégicas características de los conflictos bélicos, sino que también muestra el papel de los metales preciosos como objetos importantes en las negociaciones diplomáticas. El documento explica claramente que “Las medallas de oro [eran] para Biasou, y Tousaint Luverture”, lo cual demuestra que los españoles estaban al tanto de la organización militar de los rebeldes haitianos e intentaron encontrar formas de garantizar y sostener su alianza con ellos. Un objeto valioso de oro o plata podía sellar una importante alianza diplomática.

 

Análisis de los documentos

 

Durante el siglo XVI, las minas empezaron a jugar un papel fundamental en las sociedades de las Américas y la economía del imperio español. Desde los primeros momentos de la colonización española de las Américas, el oro y la plata, que sin duda eran considerados importantes en las culturas prehispánicas, fueron determinantes en la organización de las colonias. Aunque la plata, principalmente extraída de las minas de Potosí y el norte de México, fue el principal metal precioso extraído de las Américas, el oro, en particular el del virreinato de la Nueva Granada, también fue objeto importante de extracción. Los documentos del archivo permiten apreciar el impacto de los metales preciosos en las relaciones entre indios y españoles. Su importancia, tal como demuestran los documentos, no se limitaba a aspectos económicos, ya que también fueron usados con fines rituales y diplomáticos.

Para analizar estos documentos una de las cosas más importantes es conocer el proceso de extracción de oro. Gran parte del oro de las Américas se obtenía usando la técnica de bateo, que consiste en usar un recipiente en forma de plato hondo (batea), en el que se mezclan agua y arena de los lechos de los ríos, con el objetivo de encontrar y extraer pequeños granos de oro que se han asentado en el fondo del río. Después de su extracción, era necesario “fundirlo, ensayarlo (analizarlo), retener el impuesto del quinto real que, a pesar de su nombre, era de una décima o quinceava parte del oro ensayado, afinarlo y acuñarlo o fundirlo en lingotes para su envió a España” (Orche y Puche, 2000: 421). Entonces, cuando el autor desconocido del primer documento describe el proceso de extracción del oro, estaba explicando y mostrando una relación global, porque ese proceso conectaba un producto que tenía orígenes indígenas, con la la mano de obra esclava que se encargaba de su extracción, con la metrópolis española, a donde era conducido.

 

Sin duda los metales preciosos tenían bastante importancia en Nueva Granada y las colonias. Esto ocurrió porque “los metales preciosos constituyeron la mayor parte de las exportaciones de la América colonial”. En el caso del Virreinato de Nueva Granada, que incluía los países que ahora son Ecuador, Colombia, Venezuela, y Panamá, el oro era considerado la única exportación de importancia (Orche y Puche, 2000). Además, el hecho que en Nueva Granada “los asentamientos mineros para la explotación del oro fueron normalmente efímeros y de pequeña entidad”, muestra que las minas que existían eran muy importantes porque produjeron, pese a su reducido número, la exportación de la más importancia (Orche y Puche, 2000:418).

 

Enfocarse en la mano de obra resulta interesante porque permite ver la relación entre la población en los distritos mineros y el tipo de mano de obra que usaron las minas. Es importante destacar que tanto indígenas como esclavos se desempeñaron como trabajadores en las minas de las Américas.  Aunque la mayoría “de los mineros eran indios libres o forzados”, en “Mariquita (en el virreinato de a Nueva Granada), la mano de obra indígena representaba aproximadamente el 60% y el saldo, el 40%, eran esclavos” (Bonilla, 2011: 151) El documento de Báez muestra claramente que los indígenas entendían que podían ser forzados a trabajar en las minas. Ante esta realidad, decidieron ocultar la ubicación de unas minas, por lo cual las autoridades españolas tuvieron que considerar la idea de garantizarles ciertas protecciones. Así, pretendían convencer a los indígenas de que revelaran la ubicación de las minas para lograr el objetivo de hacerlas productivas para la corona española.

 

El último documento nos muestra otro tipo de uso que se le daba a los metales preciosos. Aparte de la significancia global que tenían el oro y la plata, este documento muestra que estos metales preciosos también tenían un valor importante en las relaciones diplomáticas. Así, con el objetivo de asegurar una alianza considerada de alto valor estratégico, las autoridades españolas usaron medallas de oro y plata como regalos para ganarse la confianza de dos de los principales líderes de la revolución de Haití: Georges Biassou y Toussaint Louverture.

 

Referencias bibliográficas

 

  • Bonilla, Heraclio. “Minería, Mano De Obra, y Circulación Monetaria En Los Andes Colombianos Del Siglo XVII”. Fronteras de la Historia 6 (2001): 142-158.

  • Orche, E. y O. Puche. “Los Asentamientos Mineros En La Minería Aurífera De Nueva Granada”. Temas Geológico-Mineros 31 (2000): 415-422.

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